Desvaríos antes de mi sesión psicoanalítica.
Siempre creí que cuando llegase el momento de morir una especie de satisfacción previa a ese instante me sacudiría. Sin embargo, hoy he visto el aquí y el ahí. Fue un sueño, lo sé. Una especie de visión simultanea donde el presente y el futuro eran uno solo. No había diferencia entre un acto en este tiempo u otro. Tengo 50 años y también 32. Sé que morí-ré tranquilamente en mi casa. No me percataré de ello. Simplemente estaré vivo y luego ya no.
Lo que me recuerda algo de cuando practicaba el cristianismo institucional, en el cual los pastores y conferencistas hablaban del día de la resurrección, de ir al cielo. Aunque eso era teológicamente errado. No hay un lugar al cual ir. Una nueva época para vivir, decían, donde estaría Dios aguardando por nosotros y no podríamos hacer nada más que admirar su gloria y belleza. Já, antes me daba vergüenza decirlo, pero toda esa idea me parecía aburrida. Número uno, no quiero vivir otra vez. Una vida es suficiente. Número dos, observar a Dios por la eternidad, no es de mi interés ahora ni lo era antes. Tampoco creo que Dios esté muy interesado en tener millones de voyeristas lamebotas. Por otra parte, llaman mi atención esas historias del Dios ausente. Aquellas donde narran que a éste le gusta el blues y ha dejado su puesto para dedicarse a su pasión, la música u otra cosa, menos ser Dios. Eso me suena más al Dios que se hizo humano. En fin, pensar la muerte me aterró, pero no por morir per sé, sino por la mera idea de resucitar. ¿Creen que si me tatúo NR (No Resucitar) en el pecho, Dios lo respete? Espero que sí.
Mientras desvarío escribiendo esto, se vienen otras cosas a la mente, parecido a cuando estoy con mi psicoanalista: sin un orden aparente, sólo son un puñado de imágenes o la imagen de palabras escritas o incluso una voz interior, de otro que soy yo, y que no creo que sea ese Otro del párrafo anterior.
Entre ese flujo de significantes están los juicios de los que alguna vez fueron mis amigos creyentes, que ahora solamente me hablan para reconvertirme a su cristianismo (Hay algo gracioso en todo esto. No carezco de fe, a pesar de lo que cuento), no obstante, para estas personas mi fe no es suficiente porque no creo como ellos lo hacen. Mi fe es errada porque leo teología, filosofía y psicoanálisis y a ellos les habla el Espíritu de Dios. Con desdén en su tono me han llegado a llamar apóstata, que básicamente es alguien que no se adhiere por completo a la religión. Lo que me hace reflexionar sobre las violencias espirituales a la que la gente es expuesta.
Regresando al principio de este largo desvarío. También me han dicho, personas de otras religiones, que no sé de lo que hablo. Que desear que la muerte sea el fin es lo peor que puedo desear. En fin, no quieren saber lo que pienso del infierno (desde una perspectiva antropológica y social) …
Finalmente, con todo mi corazón no creo ser mejor que ustedes, ni que ustedes lo sean. Creo que lo que viví en 5 años de cristianismo institucional fue real. Aprendí a conectar con la gente, aprendí a hablar en público, a enseñar. Fue así como descubrí que amo enseñar al otro, extender mis límites de conocimiento, compartirlos y reflexionarlos contrastándolos con nuestro andar en el mundo. Sé que algún@s pasan o pasaron por esto y sólo por eso quise escribirles.
Gracias
por leerme. No espero sus comentarios, menos si son pa´ decirme que van a orar
por mí(risas).Ahora, mientras preparan su juicio, pregúntense ¿Desde dónde pienso lo que pienso? yo mismo me lo pregunto ahora...
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